sábado, 9 de mayo de 2020

Miedo de Dios

Imagínate que nos encontramos en el jardín del Edén, justo después de la caída. La mujer y el hombre acaban de desobedecer a Dios, de pecar contra Él. Han comido de ese fruto prohibido. La comunión con Dios está rota. Este pecado genera separación, división y, como podrás adivinar, miedo. La primera vez que oímos hablar del miedo en la Biblia es precisamente en este momento, justo después de la caída. “Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y me escondí” (Génesis 3:10). ¿Por qué Adán tuvo miedo? La toma de conciencia de su desnudez y de su desobediencia hizo nacer en él el temor. Peor aún, eso le condujo a esconderse de su Dios, a esconderse del que le creó, le amó y cuidó de él. ¡A esconderse de Aquél con quien estaba en una comunión perfecta, con quien hablaba cada día! Cuando tenemos miedo de Dios, huímos de Su presencia. Sin embargo, es en Su presencia que recibimos el perdón, la gracia y la fuerza para avanzar y hacer frente a lo que se presenta ante nosotros. Quizá la culpabilidad te impide acercarte al Padre. Sin embargo, Él te espera con los brazos abiertos, como el padre del hijo pródigo. Te espera en el dintel de la puerta de tu corazón. Ábrele, déjale entrar y restaurar tu alma, tu espíritu, tu vida. Dios te ama, y si necesitas Su perdón y se lo pides, Él te perdonará. No conozco tu vida, pero te invito a que, si sientes hoy esta dulce llamada del cielo, contestes. Invita al Espíritu Santo a venir a tu corazón. ¿Lo quieres? Sí es así, ora conmigo: “Señor, a veces tengo miedo de venir ante Tu presencia y de hablarte, porque me siento culpable, insignificante… Te pido humildemente que me muestres por Tu Santo Espíritu todo aquello que me impide acercarme a Ti con confianza. Revélamelo y ayúdame a librarme de ello. En el nombre de Jesús. Amén”.

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